Por Dra. Castiñeira
-El entorno del niño es clave en la prevención de la obesidad infantil
Los grandes cambios de las últimas décadas han repercutido, drásticamente, en la manera de alimentarse de los niños. En este sentido, la obesidad infantil o el sobrepeso han experimentado un incremento considerable hasta llegar a convertirse en un problema de salud pública. En España, según datos de la Encuesta Nacional de salud 2011 – 2012, la obesidad ha pasado de afectar al 7,4% de la población en 1987 al 17 % actual. El ascenso ha sido más marcado en hombres que en mujeres, aunque las mujeres llevan una vida más sedentaria. En el caso de los niños, uno de cada diez presenta obesidad y dos de cada diez sobrepeso, con porcentajes similares en ambos sexos. Son datos muy alarmantes y muy similares a los de EE.UU., donde existe el mayor nivel de obesidad del mundo. Además, se está detectando que la obesidad aparece en edades cada vez más tempranas y la mayoría de los casos son de origen multifactorial.
La revisión científica británica “The influence of the food environment and obesity in young children”, que recoge 35 estudios realizados en niños menores de 8 años en tratamientos por sobrepeso, destaca que muchos tratamientos sobre la obesidad se han centrado en cambiar el comportamiento individual con el objetivo de prevenir el exceso de peso. Sin embargo esta estrategia solo ha llevado a mejorar a corto plazo la enfermedad y los factores de riesgo relacionados.
INFLUENCIAS NEGATIVAS
Según el estudio, es muy difícil cambiar un comportamiento individual en un ambiente donde cada vez más se promueve un estilo de vida sedentario y un consumo elevado de calorías.
Los individuos interactúan con el ambiente en múltiples “microambientes” como la escuela, sus hogares y su barrio.
A su vez, están influidos por los llamados “macroambientes” como la educación, la salud, las instituciones, la industria alimenticia y las ideologías y las actitudes de la sociedad.
Esta suma de influencias en las condiciones de vida actuales es lo que promueve la obesidad en los individuos. En este sentido, modificar el ambiente obesogénico podría producir un efecto más duradero que en los cambios del comportamiento individual. Se requiere sensibilizar a la sociedad de los riesgos para la salud que conlleva el sobrepeso u obesidad y de la importancia que tiene transformar los ambientes obesogénicos en que actualmente viven los niños, donde la práctica de actividad física es muy limitada.
LOS CAMBIOS
Estos cambios conductuales que conllevan el aumento de los casos de los niños con obesidad infantil o sobrepeso se deben, en parte, a los cambios demográficos y culturales de nuestra sociedad: los horarios laborales de los padres, el incremento de las familias monoparentales, comedores escolares, etc. han afectado el comportamiento de las familias y, por lo tanto, de los niños, en múltiples aspectos, incluidos el comportamiento alimentario y la actividad física.
Esta situación es producto de los profundos cambios sociales y de conducta que afectan negativamente a la actividad de los niños. Actualmente, su tiempo libre lo ocupan en actividades sedentarias como ver la televisión, jugar con videojuegos, usar el teléfono móvil, ordenador e Internet, etc. Contribuyen a este problema por una parte la tecnificación del hogar y de los edificios (ascensor, electrodomésticos) y el uso de los medios de transporte motorizados, y por otra parte, la inseguridad en las calles en cuanto a viabilidad y delincuencia ha producido una disminución importante en el porcentaje de niños que van a pie o en bicicleta hasta el colegio, y que juegan en las calles.
INFLUENCIAS DIARIAS
El estudio evidencia que las influencias diarias son determinantes para sufrir obesidad y que la edad apropiada para comenzar a prevenir la obesidad se encuentra en los primeros años de vida de los niños.
Además, y sin que exista una única causa que lo provoque, la obesidad infantil o el sobrepeso exige una profunda revisión de los hábitos de los niños así como en la educación de padres y profesores. Destaca que el entorno familiar y escolar tiene una gran importancia a la hora de determinar la actitud del niño hacia determinados alimentos y el consumo de los mismos.
Los especialistas recuerdan que los hábitos alimentarios – que influyen en las preferencias de alimentos, el consumo de energía y la ingesta de nutrientes- se desarrollan normalmente durante la infancia y en particular durante la adolescencia.