p/ Jesús Ángel Gómez Pereda
Presidente de la Asoc. Náufragos de la Mar
Con motivo del 50 aniversario del naufragio del Petrolero Bonifaz, y del mercante CASTILLO DE MONTJUIC, el domingo 13 de julio-2014, la <Asociación Náufragos de la Mar> realizará en Muros un acto de homenaje a los fallecidos y a sus familias. Desde estas páginas de TMT nos unimos al sentir de todos los miembros de esta meritoria asociación y publicamos la carta que nos envía el presidente de la Asoc., Don Jesús Ángel Gómez Pereda:
Antes de ponerme a juntar palabras, vaya por delante, que es un honor para mí entrar, compartir y ocupar un espacio en esta querida publicación que sigo desde sus inicios.
Mi nombre es Jesús y desde comienzos de este año presido la asociación “Náufragos de la Mar” y creo que ha llegado el momento de contar porqué estoy aquí, qué vientos y qué rumbo me trajeron hasta Muros.
¿Cómo no amar a la mar si ya desde que nacemos nos arrullan por las noches las olas?
Mi padre nació y creció en el barrio de La Arena, tan pegado a la mar que allí los verdes prados se descuelgan por agrestes acantilados hasta juntarse con la espuma. Era el mayor de ocho hermanos y, con catorce años y su padre en la guerra, cualquier aportación a la modesta economía familiar era buena, unos pulpos, unas nécoras pescadas saltando de roca en roca con las alpargatas de cáñamo a la luz del candil de carburo, o las amayuelas que cogía descalzo cuando bajaba la marea y que servían para acompañar al arroz, (cuando lo había) y que tan rico le salía a mi abuela.
Nada me hacía más feliz siendo un niño que acudir presto a la llamada de mi padre cuando me decía: “Prepara los trastos que nos vamos a pescar”. Abandonaba entonces la compañía de la chavalería y los juegos y, nervioso y entusiasmado, rápidamente ataba un trapo rojo en el manojo de cañas que sobre mi hombro sobresalían de la “vespa” que por estrechos caminos nos acercaría hasta la mar. Si alegre era en la ida, la vuelta a casa portando una cesta de mimbre con los peces me hacía dichoso. Ver a mi madre limpiarlos antes de cocinarlos y mientras comíamos oír decir con orgullo a mi padre: “ni Franco come el pescado tan fresco”, me hacía feliz.
Por si esto no fuera suficiente razón, existe otra más poderosa. La cual es que la mujer con la que llevo compartiendo una travesía de treinta y cuatro años viviera en una empinada calle que se llama Cuesta de la Atalaya desde cuyos ventanales se ve entrar y salir a los barcos de la bahía de Santander, que el recuerdo más claro que guardo de la primera vez que entré en su casa, sea un sencillo cuadro colgado en el recibidor del petrolero Bonifaz donde reposan desde hace ya cincuenta años sus padres tras hundirse en la Costa da Morte.
La colisión del Bonifaz y su hundimiento dejó un triste saldo de muertos y desaparecidos, de huérfanos y viudas, hermanos envueltos en la más profunda de las tristezas y familias que durante años vivieron de espaldas, tratando de olvidar y cerrar heridas que la sal no dejaba cicatrizar.
Todo cambió el día que navegando por Internet atrapamos un pez tan grande que no cabía en la red, un home de pedra llamado Manuel. Él fue el artífice de que contratáramos un autobús que desde Santander nos trajo hasta Muros, él nos llevó a Fisterra, él hizo que nos acogiera la vieja del paseo como si fuéramos sus hijos, él nos hizo queredores de Muros, y nos acompaña cada año en los homenajes que hacemos por los puertos del Cantábrico a nuestros desaparecidos.
A la vuelta de aquel viaje nació la asociación que hoy presido y en Muros estamos una vez más pasados unos años para revivir encuentros y emociones, compartidas con vecinos, autoridades y gentes de la mar, y aunque Gabriel García Márquez en sus “Cien años de soledad” dijera que “uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”, nosotros nos sentimos de Muros, porque en Muros tenemos esos pescadores que, en sus singladuras por mares sin fronteras que no entienden de banderas, nos relatan sus recuerdos cuando llegan a tierra, la misma tierra que a veces también es un mar espeso, lleno de escollos y arrecifes donde hay que hacer verdaderos esfuerzos para mantenerse a flote, y es aquí, en Muros donde dejamos un pedazo de nuestro corazón cuando partimos.
Este año volvemos una vez más y queremos seguir sumando voluntades y que la Asociación dejando atrás temporales, borrascas y malos vientos sea capaz de encontrar ese faro que nos guie a ese puerto donde descargar toda la ayuda que estamos dispuestos a entregar a aquellos que no tienen donde llorar a los seres queridos que se quedó la mar.