p/ Amador Martín Armesto.
Historias de la historia.
Se cuentan muchas historias sobre la persona de D. Ricardo. Pero aunque tantos años dan para mucho, y que su personalidad era capaz de agrandar su leyenda por sí sola, tristemente se empieza a perder su memoria por simple ley de vida. Sus coetáneos ya no existen, para reverdecer recuerdos de transmisión oral; las personas de más edad todavía vivas hoy día fueron, seguramente, las nacidas en los primeros partos atendidos por él. Y, aunque algunas de ellas son todavía lúcidas, las memorias se van borrando. Pues por falta de memoria o por exceso de repetir unos cuentos y otros, los sucedidos atribuidos a D. Ricardo se escuchan en diferentes versiones, a veces en nada parecidas a lo acontecido realmente, aunque en todas salga a relucir la admiración por sus virtudes. Es por esto que no me puedo responsabilizar de la exactitud histórica de hechos o personas en lo que paso a relatar a continuación.
La caída en el río. Una noche de tormenta, de vuelta de acudir a un enfermo en Pando, Don Ricardo intenta vadear el río Rateira por unos pasales. El río va crecido y supera las piedras unos palmos. El caballo, probablemente asustado por un rayo aunque tampoco hacía mucha falta, pisa mal y cae al río. Don Ricardo, que ya tiene en torno a los sesenta años de edad, trata de desprenderse de su capote y consigue alcanzar la
orilla con la ayuda de un tronco caído sobre el cauce. Acierta a pasar en ese momento D. Ángel, el cura de Abelleira, que va a misar a Torea. El sacerdote cede su montura al médico y le ofrece su casa para secarse de la mojadura, que ya se ocuparán los vecinos de localizar el caballo huido. Don Ricardo se va directamente para Esteiro. Esta mojadura le cuesta una pulmonía que le tiene postrado 15 días, durante los que atiende su consulta desde el mismo lecho. Las versiones: «Lassie»; su fiel perro «Ton» se lanza al río en pos de su amo y lo rescata arrastrándolo a la orilla, sujetándolo por el cuello de la chaqueta. Pero hay otra mejor, la versión «Rin tintín»: El perro, tras rescatar a su amo, sujeta al caballo por la brida y a todo galope lo lleva a casa, donde llega exhausto, y a ladridos y gestos hace comprender a la familia que algo grave ha ocurrido al doctor, y de ese modo les convence para que lo sigan; conduciéndolos hasta el lugar donde había dejado a buen recaudo a su querido patrón. Porque no le dieron papel y lápiz, que les hace un croquis. Estas versiones tan románticas y creativas eran consecuencia de la cultura al uso, donde novelas y películas se infiltraban en los coloquios populares, que era (Y en gran parte sigue siendo en estos pequeños núcleos) el sistema habitual de transmisión de las noticias; y donde de este modo, se pretendía ensalzar la figura del médico, y por extensión de sus animales, muestra espontánea de admiración y agradecimiento. Lo que no quita que «Ton» fuese un buen perro, siempre en pos del doctor a caballo.
El sistema de asistencia domiciliaria en un área tan extensa para los medios de transporte de que se disponía, donde no existían la mayor parte de las carreteras que hoy conocemos. Los trazados actuales en su mayoría son posteriores a los años cuarenta, y se asfaltaron anteayer, como quien dice. Hasta entonces, todo eran «corredoiras» y caminos de monte, donde el alumbrado público era prácticamente inexistente. Y sin teléfono, avisando en persona, teniendo a menudo que recorrer a pié 8 ó 10 Km. hasta la casa del médico; conllevaba con cierta frecuencia un peregrinar del médico de casa en casa, de aldea en aldea, acudiendo a sucesivos avisos sobre la marcha. Allí donde le pillaba la hora de comer, comía de lo que le ofrecieran. Incluso se le tiene perdido la pista más de 24 horas sin aparecer por casa, por quedar a la espera de un parto inminente o por cierta medicina, encargada a algún mozo del lugar, y la recuperación del enfermo. En estos casos, el mensajero daba cuenta de la ubicación del médico y, boca a boca, las noticias sobre su paradero llegaban a su casa.
En cierta ocasión, acudiendo en moto a una urgencia, tuvo un accidente a la altura de Tal, cayendo de la moto y quedando ésta averiada en la cuneta. Al parecer, el viento había tirado unos cables sobre la calzada que se enredaron en el vehículo. También era de noche. A las tantas, llaman a la puerta del taxista del pueblo, «O Carolero», que por aquellas fechas, año 62, estrenaba Seat 1500. Se presenta la hija del médico. Su padre, lesionado y sin moto, había regresado a casa por su pié y la mandó a buscar al taxista. Pero la urgencia no era para llevar al médico al médico, que sería lo esperado. Era para llevarlo a casa del paciente y poder resolver la asistencia interrumpida por la caída de la moto. Por cierto, al final la urgencia quedó en nada, una simple indigestión que se resolvió sola. Don Ricardo tenía entonces 74 años.
Bueno, trabajo para «Quilindolo», Joaquín Rama, que era el mecánico oficial del doctor. Era normal, como hoy sería cambiar una rueda pinchada, saber poner una herradura. Encontrarse con una visita del médico que no viene a ver a ningún paciente, que se presenta con una herradura en la mano y el caballo del diestro pidiendo que le saquen un martillo y que le sujeten al animal mientras lo calza, era normal. Pero con las motos confiaba en los mecánicos habituales. Se compró una BSA, que tuvo que cambiar por una bicicleta durante la guerra por falta de recambios. Mejoró esta última acoplándole un motorcito, que nunca rindió lo suficiente, teniendo que tirar de pedales a menudo. Luego se hizo con una Guzzi, relegando la BSA al desván. Aquellas todavía se las arreglaba «Dentones», Moncho de «Raperto», que era un figura. Vendidas éstas, compró una Peugeot 125 cc., y poco más tarde, una Derlan 75, para tener así recurso de transporte en caso de avería de una de las dos motos, y porque la Peugeot se le hacía demasiado pesada para andar por los caminos. Las motos nuevas se las encomienda a Joaquín Rama «Rañoa» en lo respectivo a su mantenimiento mecánico. «Quilindolo» estaba al quite y le solucionaba las averías por complicadas que se presentaran. Estando en la mili, fue llamado por el doctor, que le consiguió un permiso a través de un colega comandante médico, Don Luis, para venir a Esteiro a arreglarle la moto. Y es que Joaquín es caso aparte, toda su vida fue mecánico-inventor, de profesión y vocación. Aún hoy en día su casa está llena de engendros y componendas artesanas que funcionan perfectamente. Según el informante, «Quilindolo» puede ser también «Quirindolo» o «Quilindoli»; en la partida de bautismo no se especifica.
Senectud.-
Don Ricardo ejerce su profesión y su destino hasta una edad muy avanzada. Aunque se «retira» con ochenta años, vencido por un glaucoma que nunca se ha tratado por falta de tiempo (En casa de herrero…). Prácticamente ciego, todavía atiende cualquier consulta para la que se le solicite. A tientas, con ese tacto tan virtuoso que poseía. A sus vecinos le daba igual su ceguera, por la fe que tenían en el médico, y lo iban a buscar para conducir su caballo hasta casa del paciente. Con ochenta años, (Fallece a los 85) atiende todavía sus últimos partos; teniendo que habilitar para ello a una costurera, todavía viva hoy día, como ATS improvisada y dar los correspondientes puntos para cerrar desgarros perineales. Estos últimos casos se trataba de pacientes que pertenecían a su círculo de parientes y amistades cercanas. Este es el verdadero milagro de su historia, su longevidad profesional y su lucidez mental hasta última hora. Como consta en su lápida, viudo de Mercedes desde 1970, fallece el 20 de Diciembre de 1973, aprovechando esta excusa para dejar definitivamente su trabajo en este mundo y reunirse con su querida esposa.
Su memoria.- El objetivo de este artículo no es cerrar este capítulo de la historia de Esteiro, un pueblecito de la Ría de Muros, vinculado desde siempre al mar y a la agricultura. Es tratar, humildemente, de mantener abierta la puerta de su memoria, de una vida tan unida a la de las gentes de este trocito de tierra que nos tocó compartir, en nuestro paso por el universo infinito, y dar así consistencia a las raíces de nuestra juventud y de las generaciones futuras. Que no se olviden aquellos tiempos de necesidad, cuando la solidaridad entre vecinos era indispensable y necesaria para poder, entre todos, salir adelante; y que D. Ricardo estuvo ahí como un vecino mas: No fue un médico de reyes ni se codeó con figuras ilustres, se le recuerda por sus méritos propios. En este sentido, muy adecuado el dedicar a su persona el colegio de nuestra localidad. Pero hace falta algo más. Todos los que le conocieron coinciden en esto. Que no se apague, que no se olvide quien fue y cómo fué: Un luchador por la salud de sus paisanos. Su casa, la casa del médico; su despacho, su biblioteca… vestigios de su presencia que languidecen destinados al polvo y al desguace. Ni siquiera una placa en la fachada recuerda la identidad de ese edificio que fue la sede del alivio y la esperanza durante tantos años y tantas generaciones. En vida, siempre se opuso D. Ricardo a recibir ningún homenaje de agradecimiento: «Lo que tengáis pensado gastar, lo dais de limosna por mi.» Pues aprovechemos el momento, ahora que tendrá difícil oponerse. Algo habrá que hacer, me apunto a lo que sea.
Agradecido a todos los que me habéis echado una mano en la elaboración de este reportaje, por la ayuda y por la paciencia, especialmente la de los familiares del doctor.
El sistema sanitario desde principios del siglo XX..- El 9 de Octubre de 1940, una orden de la Delegación Nacional de Sindicatos pone el punto y aparte en la cultura de la sanidad pública española, modernizando el sistema y centralizando en el estado la prestación social. En dicha orden se absorbe la antigua Mutualidad Obrera. Articulada mas tarde en la Orden General de Delegación nº 32, de 9 de Marzo de 1.946, agrupa y asume la asistencia prestada hasta entonces por montepios, cajas laborales y mutualidades de empresa existentes. Hasta entonces, el concepto de medicina social ha tenido que evolucionar de «Caridad cristiana» a «Derecho administrado por el estado», pasando por el «Yo me lo guiso, yo me lo como» de las mutuas . Aunque otros países hayan ido algo por delante en estas teorías (Inglaterra en 1911), lo cierto es que la preocupación por hacer de la sanidad pública una cuestión de estado surge en España en los años 17 – 18 del pasado siglo. El reconocido higienista Martín Salazar publica «La Sanidad y los Seguros Sociales» en 1.918. Estas ideas se toman como fruto del pensamiento anarquista y son combatidas con vehemencia o ignoradas con desprecio por políticos y colegios médicos. Estos últimos consideran en sus congresos (1.921 en Barcelona) que «no se puede consentir la intervención del estado en la organización de la sanidad pública, sería una injerencia en la profesión que llevaría el sistema de beneficencia a su destrucción, y a la medicina al caos y al atraso, provocando una crisis social.» (Entonces, los avances sociales eran sinónimo de caos para mucha gente) Durante la Segunda República, Don Marcelino Pascua, ministro de sanidad en 1932, tuvo que dimitir a causa del rechazo total de la clase médica hacia su reforma de la sanidad pública, que fué, posiblemente, la base de la de 1940. La medicina social era socorrer al desvalido: Las acciones relacionadas con la infancia y la vejez, por ejemplo los centros «Gota de leche», donde se atendían las necesidades pediátricas y la malnutrición infantil, por iniciativas solidarias urbanas, las «Casas de Socorro», las «Casas Cuna»…. La iglesia tuvo algo que ver en esta forma de pensar. Con su necesidad de campos donde ejercer su labor pastoral y su ayuda cristiana, venía reclamando desde siempre la exclusiva de la organización de la asistencia social integral en España y otras labores que consideraba propias y de las que paulatinamente iban siendo despojadas por las legislaciones liberales. Porque siempre estuvo al pié del cañón en el tema, con su innegable influencia (A saber cuantos sobrinos-médicos se contarían en el mundo), su manera de «socializar» era considerada mas benigna que otras, predicadas desde púlpitos mas terrenales. (continuará)
Simplemente Precioso, hoy es difícil encontrar personas con ese nivel de humanidad
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medicos comoel noesisten es in repetible..
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