Artigo publicado por D. Bernardo Barreiro, ex archiveiro do Concello de Santiago, na Revista Galicia Diplomática no número 41, de data 27 de octubre de 1889.
Documentos del Archivo Municipal de la villa de Muros.
La antigua Puebla de Muro es una de las villas más curiosas de Galicia, no por su importancia, ni por sus monumentos, sino por su antigüedad que se remonta según parece, hasta los tiempos fabulosos: curiosísima, especialmente, por sus habitantes que conservan aun puros los caracteres de la raza griega, a dos pasos de la vecina villa de Noya en la que está encargado el tipo céltico más genuino.
El origen y formación de esta villa de Muro merece estudiarse con gran cuidado; y gran triunfo seria para los helenistas que esta resultase, corno aun parece hoy, una colonia griega asentada en aquella inmensa aunque estrechísima playa que rodea el pequeño golfo, abrigada por el alto y escarpado monte Louro que constituye el cabo protector, la montaña sin valles, el muro, en fin, que dio nombre a este lugar fortificado por la Naturaleza.
La primera noticia diplomática que tenemos de Muros pertenece a la era de 1324, que es el año de 1286 y consiste en el privilegio de tuero que a la población, allí existente, dio haciéndola suya o de su corona real el rey D. Sancho IV, llamado el Bravo. Ya tenía entonces el nombre de Puebla de Muro y debía de ser importante cuando era realenga y conseguía el fuero de Benavente.
En 1480, a 22 de Marzo, hallándose en Tarazona los Reyes Católicos vieron los privilegios que gozaban de antiguo los marineros de Pontevedra, Noya, Puebla del Deán, Ría de Arosa y otros puertos de Galicia confirmándolos todos: y entre estos privilegios confirmaron también los que poseían los mareantes de la villa de Muros.
En 1496, a 4 de Enero, estando los mismos Reyes Católicos en la villa de San Mateo del Reino de Valencia confirmaron los privilegios de tuero concedidos por Sancho IV a la ya llamada entonces villa de Muro, y a fines del mismo siglo XV ya pesaba sobre aquella villa y su Concejo la mano del feudalismo, por haberla comprado a la Corona los Arzobispos de Santiago, cambiándola a los Reyes por la villa de Tarifa.
Los Arzobispos Compostelanos enriquecieron y repoblaron a Muros en diferentes ocasiones, luchando otras muchas sobre jurisdicción con su Concejo. En 1520 D. Alonso IV de Fonseca, el hijo ilustre de Santiago que después subió de esta sede a la primaria de Toledo, ordenó rodear esta villa con una gruesa muralla que se dice contenía diez y ocho torres o cubos de almenas, construyendo, además, otro fuerte sobre el monte Louro para defensa de la ría y puerto, el cual en 1609 se consideraba de tal importancia que estaba coronado con 16 piezas de artillería, temiéndose sin duda, nuevas incursiones piráticas en la tranquila y hermosísima ría del Tambre.
La historia de estas acometidas de extranjeros que, como los turcos, saqueaban e incendiaban nuestros puertos sin que estos hallasen medios de defensa, es para la vida de Muros una historia de glorias y vicisitudes, en la que más de una vez se vio despoblada y destruida. No fue así, afortunadamente en 1544, criando la poderosa escuadra francesa pretendió refugiarse en este escondido puerto. Sorprendió a la enemiga la armada española mandada por D. Álvaro de Bazán Marqués de Santa Cruz y fueron destrozadas las naves extranjeras y degolladas sus tropas en un combate horrible en que perecieron más de 4,000 franceses.
La villa de Muros ha sido en el siglo XVI muy importante por su comercio marítimo y ha tenido entonces hijos muy ilustres, como el célebre D. Diego de Muros, Deán de Santiago y obispo de Oviedo, uno de los que han instituido el famoso Estudio Viejo, primer fundamento de la Universidad Compostelana.
Alguna vez, con el deseo de contribuir, aunque no fuese más que con una breve nota al gran libro en proyecto de una Historia general de Galicia, hemos pensado en publicar el resultado de nuestras investigaciones, hechas con bastante sacrificio y constancia durante varios años en diferentes archivos acerca de tan antiguo Municipio, de sus mareantes, de su Colegiata, de sus constructores de naves, de sus muradanos distinguidos; pero, por más que del general Archivo de Simancas hemos tornado notas de valor inmenso, tanto en el Registro general del Sello sobre privilegios, como en Contaduría de Hacienda sobre Juros y rentas, ventas y compensaciones; en el Patronato Eclesiástico sobre la iglesia y en los documentos de Estado reuniendo toda la curiosísima e importante correspondencia de varios dueños y personajes de la villa, entre los segundos la del insigne D. Diego de Muros seguida con los Reyes Católicos y con el Emperador Carlos V; y aunque más tarde hemos hallado entre los documentos del antiguo Señorío de la Mitra de Compostelana la relación .de algunas visitas, y en el Archivo histórico del Excmo. Ayuntamiento de Santiago (que estuvo hace años bajo nuestro cuidado) un curiosísimo proceso criminal de principios de este siglo, finco ido contra los principales marineros de la villa que habían acometido a mano armada y violenta a los fomentadores catalanes, incendiándoles sus barcos y aparejos, todos estos datos, para una historia tan complicada y antigua, nos parecían y nos siguen pareciendo valiosos, inapreciables, si se quiere, y dignísimos de ver la luz para cono-cimiento del historiador que quiera tratar de nuestros asuntos, pero faltos de relación, in-completos y escasos en nuestro concepto para escribir una mediana crónica de la villa de Muros, ni siquiera desde el siglo XIII hasta el presente, con vista de documentos auténticos.
A toda costa necesitábamos pues, visitar aquel archivo municipal el de la antigua Colegiata y los de otras varias parroquiales de aquella comarca, examinar los vestigios de las antiguas fortificaciones y los monumentos arqueológicos después de los diplomáticos para la comprobación histórica; ¡y por dos veces hemos arribado ansiosos a aquellas playas deseadas y hemos subido a las cumbres del Louro… pero solamente para inspirarnos más y más en nuestra obra, sin conseguir otros éxitos!.
El examen de archivos y copia de documentos en estas pequeñas villas se hace más difícil que en los propios archivos reservados del Estado, cuando a cualquier alcalde o secretario se les antoja, por ejemplo, que puede haber por medio algún litigio en despojo de los propios del común, y que el amante cronista de la comarca (y que gasta su dinero en viajes por el afán, (que no pueden comprender ni apreciar ciertas gentes) de hallar tal dato nuevo sobre historia y antigüedades del país, no debe ser tal historiógrafo ni cronista, sino un furibundo y encubierto litigante que pretende envolver en pleitos a los pueblos, levantar de nuevo el rollo y las horcas del señorío y mandar a la cárcel al Ayuntamiento como hacían, no hace ochenta años todavía y solo o por reírse un rato a la hora de la comida, de sobremesa, nuestros arzobispos de Santiago.
Y ¡ay! si se les enseñasen a estos hombres curiosos, (los anticuarios inofensivos,) aquellos largos pergaminos que ellos no saber leer, pero que contienen, según dicen, bulas de los Padres Santos y cuadernos con privilegios robados de los reyes! ¡Quién sabe si estos hombres cautelosos se quedarían por dueños de la villa entera, porque pertenecería, quizá, a sus ascendientes!
Años hace que andamos tras los documentos de los archivos de Noya y Muros porque sabemos que, si no han desaparecido ni vendido, en ellos debe haber importantísimos pergaminos con miniados, iluminaciones y dibujos a pluma ostentando pendientes de sus cordones de seda y más o menos estropeados los grandes sellos de cera y plomo de los reyes y de los pontífices.
En la actualidad, como archiveros que somos de la provincia la revisión de aquellas pequeñas dependencias municipales podría facilitársenos, pues que, además de ser legal y autorizada pero mucho más aun, necesaria y urgentísima la visita de estos archivos, ya casi perdidos para la historia patria, (siquiera llegásemos a tiempo de reservar y poner a buen recaudo sus preciosos restos,) no dejarían de apoyarnos en esta gestión nuestros ilustradísimos amigos y suscriptores D. Pedro Pais Lapido y D. Santiago Moreno, dignísimos diputados por aquellos distritos, ni sus actuales alcaldes dejarían también de comprender cuanta utilidad y gloria reportaría a sus pueblos la publicación de semejantes monografías.
Por desdicha, nosotros no hemos podido disponer nuevamente, hasta ahora, el tercer viaje de investigación diplomática por tau hermosas comarcas; pero nuestro caudal de noticias ha crecido, no obstante, por manera considerable, gracias a los auxilios de dos queridos amigos nuestros los Sres. D. Luis Gómez Fernández oficial del benemérito cuerpo de la Guardia civil y D. Fernando Món Vázquez, cabo comandante del puesto de Noya cuyas aficiones a estos estudios coinciden con las nuestras, así corno el inextinguible cariño que todos profesamos a nuestra tierra gallega.
Habiéndosele confiado, pues, a estos ilustrados colaboradores de Galicia Diplomática algunos pergaminos del archivo de la villa de Muros, ellos han tenida la bondad, que mucho agradecemos, de sacar copias en los momentos que le quedan libres de servicio, (muy bien aprovechados, en verdad, para estas empresas patrióticas) y hemos recibido ya los siguientes traslados:
1°—Privilegio del rey D. Sancho IV, año 1286, su- confirmación por los Reyes Católicos en 1496 y por Felipe II en 1571, (sobre fueros.).
2º—Privilegios de Juros a la puebla de Muros.
3°—Titulo de los oficios y rentas de la cestería para la sardina y del Peso mayor de todas las mercadurías y otros de la villa de Muros. Año 1617.
El primero de tales documentos que vamos a insertar a continuación, es notabilísimo para la historia, especialmente por los personajes que aparecen confirmándolo y por las noticias que nos suministra de tan antiguos tiempos.
Abre la serie de firmas el memorable Boabdil rey de Granada, como vasallo del de Castilla. El Arzobispo de Toledo titulase Canciller del mismo reino castellano. El obispo de Palencia se firma Canciller del Rey por el reino de León, sin duda a nombre de los Arzobispos de Compostela cuya sede estaba vacante. El obispo de Badajoz, D. Gil, se llama Notario Mayor de la Cámara Real. D. Juan obispo de Tuy, firma dos veces, una de ellas como Notario en Andalucía. D. Martin, obispo de Calahorra firmase también Notario del reino de León, título que fue privativo de los metropolitanos de Santiago. Don Esteban Fernández, figura como Pertiguero Mayor de tierras del Apóstol, y un tal Perigomez como Almirante de la Mar.
Estas solas novedades nos darían motivo para grandes disquisiciones que el momento no nos hace oportuna; pero mucho más digna de atención es la circunstancia casual de hallarse Vacas al firmarse este privilegio, las diócesis de Sevilla: de Sigüenza, Osuna. Ávila, Jaén, Albarracín, Astorga, Zamora, Santiago, Mondoñedo, Lugo y Orense.
De modo que no habla en Galicia obispo alguno, porque el que firma de Tuy, D. Juan, lo hace como Notario de Andalucía en donde, o en la corte debía tener su residencia. Comprobándose que en la era de 1324, o sea el año 1286, estaban vacantes cuatro diócesis de Galicia y que el rey D. Sancho se hallaba apoderado de todos los bienes temporales de estas Iglesias, grandes rectificaciones tenemos que hacer en los Episcopologios y en la Historia eclesiástica de nuestro país. Pero no siendo el objeto de este ligero trabajo, otro que el de presentar a nuestros lectores las copias de los documentos auténticos que para la Historia gallega hemos alcanzado del Archivo Municipal de la villa de Muros, dejaremos nuestras observaciones para después de que los hayamos hecho conocer de los eruditos, insertándolos en estas páginas.