Don Ricardo Tobío Rama (III):

p/ Amador Martín Armesto.

Unha vida de dedicación plena a su pueblo

 En los primeros años de Don Ricardo como médico de Esteiro, la minuta media de un médico por consulta en España era de 5 pesetas. El que no podía pagar, se apuntaba a la asistencia pública, o sea, a la caridad. Y si no, más fácil, se moría y punto. Ir al médico «de pago» era distintivo de clase. Datos de 1.927: El estado gastaImagen32 10.352.310 de pesetas en abonar a 7.585 médicos la asistencia de beneficencia prestada a 595.132 familias, y paga también 5.847.298 pts. del gasto farmacéutico correspondiente. Las ciudades atraían la migración forzada del mundo rural hacia cinturones industriales en franco desarrollo, formándose guetos de necesidad en torno a ellas, donde se incubaba una potencial-mente peligrosa reacción social; lo que aconsejaba derivar hacia las grandes urbes la mayor parte del presupuesto disponible; y porque en las ciudades era donde las existencias de capital circulante aseguraban la inversión estatal. Por otro lado, la «sanidad pública» era un concepto relacionado con la prevención y tratamiento de las infecciones colectivas, y las migraciones y la pobreza eran su vehículo habitual; había que proteger las ciudades. Pero si casi 15 millones de pesetas de dicho gasto se iban a capitales de provincia y otras grandes poblaciones, ¿Que quedaba para la zona rural? ¿Quién pagaba al médico de Esteiro? Pues por la ley del embudo, los respectivos ayuntamientos. La Ley Orgánica de Sanidad de 1.855, en vigor hasta los años 40, establecía la obligación del municipio de crear los puestos de asistencia sanitaria, proveerlos y mantenerlos. Este principio tan sencillo de «buscaros la vida» se mantiene en la Instrucción General de Sanidad de 12 de Enero de 1.904, por el que se crea el Cuerpo de Médicos Titulares, y se ratifica en Imagen33los Reglamentos de Sanidad Municipal de 1.925, donde se matiza que el cupo de familias pobres por médico ha de ser de trescientas. Esto hace que sea mucho más saludable económicamente ejercer la medicina en una capital que en un pueblo pequeño. El consistorio vive de las tasas e impuestos locales que le permite la ley, y el de un ayuntamiento pobre, de una zona de economía de subsistencia sin liquidez en metálico, acostumbrada al trueque, tiene que articular métodos alternativos con qué alimentar sus arcas. Las Igualas, antigua forma de pagar servicios «A escote», regulada ya por Carlos III, establecía una tarifación «oficial» para productos del sector primario y era un recurso habitual que permitía abonar servicios profesionales y otras tasas locales, derechos eclesiásticos y de-más. Y aunque el párrafo parezca extraído de una descripción medieval, estamos hablando del siglo XX. El sistema de las Igualas, un contrato de prestación de servicios médicos que ligaba al médico titular con las familias no comprendidas en el rango de beneficencia, que impedía al médico acudir a clientela libre, aún sigue vigente en algunos lugares de España, cohabitando con sus más y sus menos con el sistema de la sanidad pública actual. (Lo encontramos habitualmente en muchos países de América Latina). Este sistema, o sus pretendidas actualizaciones modernizantes, no pudo progresar en Galicia, en el mundo rural, carente de liquidez; los médicos se mantenían en su plaza por pura vocación. En 1934 se crea la figura del médico APD, asistencia pública domiciliaria, centralizando el sistema en Madrid y pasando a cubrirse las plazas por oposición; los hasta entonces llamados Médicos Titulares pasan directamente a esta nueva clasificación.Imagen34

Don Ricardo, como tantos otros profesionales rurales, seguirá dependiendo del mismo sistema económico medieval, incluso hasta mucho después de la puesta en funcionamiento de la Seguridad Social moderna.

Algunas fechas de referencia en cuanto a los seguros sociales:

1855.- Primera ley española sobre sanidad, orientada a la prevención de las epidemias. De carácter policial, persigue la salubridad y la higiene pública.

1858.- Establecimiento de las Casas de Socorro, consultorio-hospital de caridad.

1868.- Se establecen los médicos titulares para poblaciones de más de 4.000 vecinos, con la obligación de asistir gratuitamente a los pobres.

1883.- Creación de la Comisión de Reformas Sociales.

1900.- Ley de accidentes del trabajo.

1891.- Primer congreso de Médicos Titulares de España.

1904.- Se crea el Cuerpo de Médicos Titulares y se establecen sus retribuciones.

1904.- Conferencia sobre Previsión Popular.

1908.- Se funda el Instituto Nacional de Previsión.

1919.- Se establece la obligatoriedad del seguro de Retiro Obrero.

1923.- Se crea el subsidio de maternidad.

1929.- Se establece la obligatoriedad del seguro de maternidad.

1932.- Se amplía a los trabajos agrícolas la cobertura de la ley de accidentes de trabajo de 1900.

1942.- Se crea el Seguro Obligatorio de Enferme-dad, implantado el 1 de Septiembre de 1944 y vigente hasta 1978 en que se publica la vigente Ley de General de Sanidad.

Perfil del médico rural en tiempos de Don Ricardo.-

A pesar de que la estrecha relación con sus pacientes y vecinos desarrolla un sentimiento de amistad y familiaridad mutuo, y de la admiración que pueda disfrutar por parte de su clientela, el oficio de médico rural era tenido a menos entre la profesión: Su proyección profesional era nula, sus ven-tajas económicas inexistentes y las dificultades para ejercer, innumerables. El perfil típico de estos titulares era, en la primera mitad de siglo, el de un hombre, de extracción rural; hijo de terratenientes, comerciantes prósperos o profesionales farmacéuticos de la zona. En Galicia había una media de dos médicos por ayuntamiento, a mediados de siglo se contaban 700 profesionales rurales en toda la región. ElImagen35 médico rural era (Y sigue siendo) un cruce entre detective, sicólogo y bombero: La información sobre sus pacientes le llega a menudo en forma indirecta y se ve involucrado en temas de tipo social y familiar. «Ay, dotor, a ver si lle mete medo ao meu Xosé pra que non beba tanto…»

El papel de la Iglesia en la sociedad.-

En cierto modo, y como lo son también la práctica totalidad de las asociaciones humanas, la iglesia es como una empresa. Con sus objetivos, sus pre-supuestos, sus planes de implantación y desarrollo, su estrategia de imagen… Necesita definir y buscar su lugar en la sociedad y el estado, más o menos directamente y según las épocas a lo largo de la historia. Para su supervivencia, protección divina aparte, depende de sus ingresos como cada hijo de vecino. Y esta es su segunda preocupación después del asunto celestial; «Ora et labora», o en castellano «A Dios rogando y con el mazo dando». Para repartir caridad necesita recaudar de la cari-dad de los demás, apelando a la solidaridad de todos y de la administración del estado en particular. Es la aplicación activa del sentido de vida cristiana. A principios de siglo, esta constante se hacía mucho más evidente que hoy día. El contacto con el pueblo tenía que ser directo y en persona, no había otra forma, para mantener el clima de fe y el ascendente sobre sus conciencias. No juzguemos midiendo con varas actuales, entonces la gente vivía una religiosidad integrada en su cultura como algo normal y natural, encontrando en la fe mucho más apoyo que sufrimiento, aunque hubo de todo. Ya en la posguerra, en el campo que hoy ocupa parte del actual cementerio de Esteiro, tras la iglesia vieja, se reunía la gente los domingos para «La Misión». Allí acudían a pasar la tarde conducidos por los respectivos párrocos los vecinos de Esteiro, Tal y Abelleira. Como cantaba D. José, párroco de Santiago y de Santa Mariña cuando se aproximaban los de San Esteban: «Ehí veñen os de Abelleira cruzando polo barranco, dirixidos por Don Ángel no seu cabaliño blanco». Los curas solían tener a su vez sobrinos curas, con lo que «se preservaba la especie». Pero también sobrinos médicos, o maestros… Profesiones que reportaban una serie de beneficios a la sociedad, cubriendo sus carencias en educación, sanidad etc. Digamos que así se devolvía al pueblo la inversión realizada en limosnas para los santos. En el caso de D. Ricardo esta inversión fué amortizada con creces.

Otros personajes de la historia de D. Ricardo.

Don Antonio. Fue el padrino y mentor de Don Ricardo. Aunque fue bautizado con el nombre de Perfecto, al ordenarse sacerdote consideró la conveniencia de cambiárselo por el de Antonio. Destinado a Pontevedra, a la parroquia de Nuestra Señora de Los Placeres en Lourizán, conoce a D. Eugenio Montero Ríos, que coincide entre los asistentes a sus homilías y simpatiza con el sacerdote. De ahí surge una amistad que sin duda influye en la progresión social de D. Antonio, brindándole una serie de importantes relaciones sociales. La influencia de D. Antonio, canónigo, era públicamente conocida. Don Ricardo libra de la mili: En aquellos tiempos se compraba la exención del servicio y los buenos «enchufes» lo facilitaban. Cuando se produce la vacante del médico de Esteiro por jubilación del marido de Doña Delfina, se presentan dos candidatos al puesto. La promoción que realiza el padre de D. Ricardo entre los vecinos fué importante. Pero si consideramos que el otro candidato era un Romaní, la influencia de D. Antonio tuvo que ser decisiva. Don Eugenio Montero Ríos, santiagués, (13/11/1832-12/5/1914) fue un célebre jurista del XIX. Catedrático de derecho en Oviedo y Santiago, político liberal, ocupó las carteras de justicia y fomento en varias legislaturas; en 1905 fue nombra-do Presidente del Gobierno con Alfonso XIII. Co-fundador de la Institución Libre de Enseñanza en 1877, fue su primer rector. Presidió la delegación española que firmó el tratado de París, con el que se ponía fin a la guerra con los Estados Unidos por Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Consejero privado de la reina María Cristina, por el Pazo de Lourizán, su casa familiar, solía pasar lo más granado de la alta burguesía liberal gallega. Todo un personaje; me permito apuntar el dato para recalcar que Don Ricardo pudo haber optado por otros destinos más aparentes, apoyos no le habían de faltar y cualidades humanas o técnicas tampoco. Sin embargo, se ve que consideraba a sus paisanos más merecedores de sus servicios.

Doña Mercedes, esposa de D. Ricardo, fué siempre llamada «Señorita» por todos los vecinos de Esteiro. También lo fué su hija María, en menor medida. Es de destacar su adaptación al medio rural, extraño para ella; criada en la capital de España y de clase «Pudiente», tuvo que acostumbrar-se a un medio completamente distinto y desconocido. Acompañada por una criada con una sombrilla, acudía a supervisar las labores del campo en sus propiedades y repartir «La parva». Dio a luz 14 hi-jos, uno muerto apenas nacido: María, Joaquín, Luís, Ricardo, Cándida, Mercedes… Ya en la casa nueva de Creo , Concha, Pepita, Margarita, Paco, Abelardo, Pepe y Pilar. Vivos actualmente, Mar-garita, Abelardo y Pilar. Aunque ninguno se dedicó a la profesión de D. Ricardo, un hijo de Luís, Ri-cardo Tobío Calo, ejerce como médico en Madrid.

Barro es un pueblo cercano a Noia de donde era natural Don José Rodríguez Romero, conocido por esto como Don José de Barro. Como comercial no tendría precio hoy día, su gestión económico-fiscal entre sus feligreses para obtener fondos para la construcción de la nueva iglesia es digna del mejor ministro de hacienda: La prueba física de sus esfuerzos seguirá presente por muchas generaciones: La iglesia nueva. Hombre agraciado y de buena presencia, que por ello despertaba ciertas envidias infundadas entre mozos y maridos, Don José atraía a sus fieles por su magnetismo personal, o más bien por su insistencia. Era omnipresente y pesado, nunca le valía un «No». Está claro que la «propiedad» de la iglesia nueva pertenece a todos los vecinos, pues se construyó gracias a su esfuerzo y solidaridad; pero la iniciativa del sacerdote bien merece la mención que de él se hace en la placa recuerdo colgada en las paredes del templo. En Solleiros, barrio cercano a la iglesia, se concentra-ba la gente pía de la parroquia. Por eso se ganó el mote de «O Car.. Santo.», que actualmente ostenta un equipo de fútbol de la liga de barrios.

«La farmacéutica».

María, hija mayor de D. Ricardo, contrajo matrimonio con el titular de la farmacia del pueblo, Don Román Romaní Ferrer. Sus apellidos nos aclaran perfectamente su pertenencia a la élite de origen cata-lán establecida en la zona y vinculada con actividades comerciales derivadas de la pesca. Una hija del matrimonio, Marina, llegará a licenciarse en farmacia y continuará en el pueblo con la actividad de su padre. María «La farmacéutica» enviuda joven; por esto sus hijos, muy niños todavía en ese momento, se acostumbraron a llamar «Papá» a Don Ricardo y a considerarlo como tal.

«El Estanco» era un bar regentado por Belarmino, cuya esposa, Cándida, era pariente de Don Ricardo. A este local, sito en el mismo lugar que ocupa hoy el actual «Bar Estanco», y que casual-mente regenta un sobrino nieto del médico, acudía D. Ricardo las tardes de los días de fiesta a participar de la tertulia entre amigos y a jugar una partidita a las cartas, tantas veces interrumpida por alguna urgencia médica que requería su presencia. Esta actividad de ocio era la única que se conoce que practicara D. Ricardo, aparte de las que disfrutase en su casa, con su familia. Su afición era la lectura, y cuando la ceguera se lo llegó a impedir, requería a alguno de sus nietos para que le leyesen.

«Os Moletes». De la casa matriz de Outeiro, en Solleiros, salió más de un cura. Aparte de D. Antonio y D. Serafín, sobrino de D. Ricardo, parece ser que existía un precedente en la familia. Hermanos de Joaquín, padre de D. Ricardo, eran Enrique, Pepe y Perfecto (D. Antonio). Joaquín casó para Riomaior, con María «Do Rateiro», su padre tuvo este mote por proceder de Rateira, cerca de Abelleira. La casa de «Os Moletes» fué casa pudiente de antiguo, de labradores propietarios.

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