Don Ricardo Tobío Rama (I): Unha vida de dedicación plena a su pueblo

p/ Amador Martín Armesto.

Permítanme comenzar esta reseña biográfica sobre la persona de D. Ricardo Tobío, médico rural, entrañable y siempre recordado, porque no en vano varias generaciones completas de vecinos de la comarca, muchos de ellos aún vivos, pasaron por sus manos desde el mismo momento de su nacimiento. Comenzar, como digo, por un relato que ilustra y nos introduce en la vida de esta ilustre persona, que, a caballo y seguido por su fiel perro, galopa ya por los campos del recuerdo imperecedero.
Picture27«La familia espera en silencio. Han ido a buscar al médico, en medio de la noche, pero no estaba en casa. “Saleu a filla polo balcón, que vai en Torea. En canto volva, xa ven pra eiquí”. El enfermo descansaba velado por los atribulados familiares, pasando la noche a la luz del hogar, en silencio. Una hora… dos… A las cuatro de la mañana resuenan los cascos de un caballo. “Ehí ven”. Recortándose en la penumbra, cubierto por “O encerado” para protegerse de una lluvia indecisa, aparece una figura a caballo. Salen a ocuparse de la montura. Retorna la confianza, la gente se siente a salvo en la presencia de aquel hombre, alto y seco; entradito en años, pero recio. La familia escucha y observa aquella suerte de hechicero eterno y espera el veredicto. El destino, vida o muerte.»
Origen familiar.
Esta es una larga historia, una dilatada vida profesional dedicada a velar por la salud de sus convecinos y, a la vez, paisanos. Ricardo Tobío Rama nació en Riomaior, lugar de la parroquia de Esteiro, en el municipio de Muros, el 13 de Junio de 1.888. Era el segundo hijo de una familia de labradores. Su padre, Joaquín, venía de la casa de Outeiro, en Solleiros; como su tío Antonio, sacerdote: “Os do Molete” era el apelativo de su familia. Su tío, que ejercía su ministerio en Madrid, en un convento de religiosas, tenía el empeño de dar estudios a sus sobrinos. Y así se ocupó del joven Ricardo, que después de terminar su bachillerato en Noia, se traslada a Madrid con su tío, para estudiar medicina. Allí reside en el convento de San Pascual Bailón, donde coincidió con varios primos suyos dedicados a similares menesteres. Y cosas del destino… conoce también en el mismo lugar a la que sería su compañera y esposa: Mercedes. Acogida bajo la tutela del sacerdote desde que su padre (un médico de origen vasco muy amigo de don Antonio) enviuda y se traslada a La Alcarria, en ejercicio de su profesión. Su futuro suegro tiene tres hijas, las dos mayores le acompañarán en su nuevo destino, dejando a la menor, Mercedes, en el convento, a cargo de D. Antonio.
Picture29Licenciatura. Matrimonio. Dos primeros hijos.
En sus planes estaba volver a su tierra y traerse a su amor. Sin conocerlo podríamos pensar que esto fue casual, pero gallego y esteirán, le tuvo que poder la morriña. Contrae matrimonio con Mercedes Sanchez Sexman en Madrid, en 1911, y con apenas 23 años, se trasladan a Santiago de Compostela, donde termina sus estudios.
Allí nace María, la primera de sus 14 hijos. Como consta en el diploma de licenciatura que todavía cuelga en su despacho, obtiene la misma en 1914. En esas fechas, surge la vacante de Médico Titular en Esteiro, a la que se presenta. Por aquel entonces este puesto lo otorgaba el ayuntamiento, y el padre de Ricardo ejerció toda su influencia y la de sus vecinos. Su padre se dedicaba a labores agrícolas para terceros: Él, y posteriormente su hijo Manuel «O Latán», poseían una malladora con la que recorrían la zona prestando sus servicios. Aquel verano hizo doble campaña: La agrícola y la de la promoción de su hijo Ricardo. Ricardo consigue el nombramiento. La plaza obtenida tiene el condicionante de residir en la zona; por esta razón, se trasladan a Riomaior, a la casa de su padre, en cuanto no se establecen.
Picture28Destino Esteiro. Zona geográfica. Modus. A.P.D. La medicina en el siglo XX.
Alquilan una casa en Solleiros, (que ellos estrenan), donde montan inicialmente la consulta. Cuando se trasladan aquí, ya el matrimonio tiene dos hijos, María y Joaquín. En este domicilio nacerán los siguientes cuatro hijos: Luis, Cándida, Ricardo y Mercedes. D. Ricardo compra un terreno en Creo y a partir de 1918, poco a poco, se construye la casa que será su hogar durante el resto de su vida. Allí nacen sus restantes hijos, hasta el número de catorce. La última, fue Pilar, que nace en 1.930. El empleo de Médico Titular, luego reconvertida en A.P.D., (Asistencia pública domiciliaria), o médico rural, para entendernos, le responsabiliza de una zona geográfica bastante extensa: Desde las últimas casas de Abelleira, hacia el interior, casi hasta Paxareiras, Pando, Torea, Marselle… A Silvosa, Riomaior, Esteiro, Maio, Penseira, Arestiño… Magor, las primeras casas do Freixo…, Pues unas treinta aldeas repartidas en aproximadamente 50 Km2.. El transporte era por cuenta del médico, como todas las demás responsabilidades incluidas en el puesto: consultorio, vivienda, medios técnicos, sueldo, pagas… Los ingresos en metálico eran casuales. Aparte del derecho a percibir «Os Arrendos» (La Iguala) de «Tres pesos ao ano» que no todas las familias se podían permitir, y hasta la aparición del sistema del «18 de Julio» ya en los años cuarenta, no tenía ningún otro emolumento fijo. El médico tenía que salir adelante manteniendo una casa de labor agrícola, con sus cosechas, sus animales… (Eso le permitía a su vez «Cobrar» en ayudas o especie: Colaborar en las labores agrícolas o en las tareas de su casa, incluso en su construcción, permitía a los pacientes de su jurisdicción, pasados, presentes o futuros, abonar al médico sus servicios). Recordemos que tocaba a hijo por año; como buen cristiano, lo que Dios mande. Y que la asistencia era domiciliaria, necesitando por ello disponer de un medio de transporte acorde a las vías existentes al uso: Normalmente obligaban a desplazarse a caballo, en la mayor parte de destinos no se podía acceder ni en bicicleta. Hasta los años sesenta, en que don Ricardo todavía presta sus servicios ya con una edad avanzada, era preciso combinar parte de los trayectos a caballo. No digamos el alumbrado público… Toda una aventura, como un deporte de riesgo pero con mucho riesgo y poco deporte.
Picture30Estamos hablando de una vida profesional que transcurre a lo largo de casi un siglo; y un siglo de grandes avances en aplicaciones médicas: por las guerras. El siglo XX es también un siglo de guerras, de guerras modernas, de creciente nivel de desarrollo armamentístico. Y la medicina de guerra progresa a su vez, aprovechando la inversión económica generalizada en defensa que realizan los países implicados, y la necesidad de asistencia médica derivada de los enfrentamientos. Siguiendo la vida de D. Ricardo y los conflictos cercanos a su vida, comenzando por las guerras coloniales en las que se vio España, Cuba, Filipinas, Marruecos… la Gran Guerra, que introdujo «modernidades» en el frente de batalla como lo fue la guerra química, (Adelanto que pretendía acabar con la crueldad en los campos de batalla, razón por la que se le otorgó el premio Nobel al inventor de la bomba de gas cloro, dicho sea de paso (1), la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, Indochina, Corea, Viet-Nam … Los avances en medicina civil propiciados por éstos no dejan de ser un fruto de la guerra del que todos nos podemos beneficiar, dicho sin ánimo de la mas mínima justificación. Pero está claro que los mejores cirujanos y los mejores traumatólogos salieron de aquellos médicos que sirvieron en países o zonas involucrados. El caso es que D. Ricardo tuvo en qué entretenerse: De empezar el desarrollo de su carrera con apenas recursos técnicos, sangrías y lavativas y poco más, apoyado por un fonendoscopio, sus dotes de palpación y la encomendación al Altísimo; a conocer el desarrollo de la aplicación de los nuevos descubrimientos a la medicina civil: Las vacunas, la asepsia, la penicilina (años cuarenta), la radiografía, la ecografía, los análisis clínicos…
D. Ricardo, como tantos profesionales de su tiempo en sus mismas circunstancias, comienza su tarea en Esteiro con su carrera, sus manos y poco más. En las mismas circunstancias, un licenciado de hoy día se moriría de angustia al carecer de los mínimos recursos diagnósticos o paliativos: ¿Cómo te enfrentas, por ejemplo, a un cólico nefrítico? Pués… unas friegas, era lo que había. Encima, un médico rural lo hacía todo: un hueso roto, atender un parto a domicilio, sacar una muela, coser una herida… (sin anestesia, a pelo y sin otros medios que su instrumental) . Los casos que le sobrepasaban, más por tema de medios que por conocimientos, se remitían al hospital, a Santiago, con una «Cartiña» para sus colegas en aquella institución, donde se daba extensa cuenta del historial del paciente para que allí lo «Trincharan» a gusto y conveniencia. En aquel entonces un médico tenía muchas preguntas y pocas respuestas: Se veía en la necesidad de profundizar, de inmiscuirse, de buscar signos de la enfermedad que no encontraba en otros métodos objetivos de observación, porque simplemente no existían. Pero estaba preparado para ello, la medicina era así; y a pesar de los avances, en cierta manera así sigue y seguirá siendo, nunca acabarán todas las preguntas para un buen médico. En los años 20 ya se conocían la práctica totalidad de las enfermedades que se conocen hoy día. Se sabía lo que era un tumor, incluso estaban definidas muchas patologías neurológicas raras. Lo que ha mejorado es el conocimiento de la enfermedad y su tratamiento, por la aplicación de nuevos sistemas de exploración y el desarrollo de la industria farmacéutica. La generalización en España estos avances, por diversas circunstancias, no se produce hasta los años sesenta. En años posteriores el crecimiento se multiplica en calidad y cantidad, haciendo imposible establecer cualquier parecido con la asistencia médica a disposición en aquellas fechas, años treinta y cuarenta; incluso cincuenta y sesenta, en los que D. Ricardo tiene ya mas de 60 años de edad y cuarenta de profesión, con un conocimiento minucioso de la historia clínica y familiar de cada paciente; lo que sin duda le facilita sus diagnósticos por asociación de antecedentes hereditarios. Aunque en principio no fuera especialista en el tema, la necesidad y la práctica le llevaron a dominar muchos temas, como la obstetricia y ginecología. Todas estas circunstancias hicieron de D. Ricardo un profesional en constante puesta al día, obligado al estudio y volcado totalmente en su oficio. «Foi un esclaviño», como lo recuerdan vecinos suyos ya centenarios.
Perfil personal.-
Cuando hablas del médico con aquellos que le conocieron, la idea que te transmiten es siempre la misma: Volcado en su profesión, era, primero médico: Perpetuo y permanente, siempre a disposición, 365 días al año. Desde 1914 hasta que se retiró en 1969, con ochenta años, (Aunque en los años postreros su actividad no era la misma, evidentemente, siguió atendiendo a sus pacientes que así se lo solicitaron hasta esas fechas ; en 1968 atendió sus últimos partos, ya prácticamente ciego.) son 55 años, que resultan 481.800 horas de servicio, pues incluso atendía a sus enfermos estando él mismo enfermo y encamado: Nadie se iba a su casa sin la atención solicitada. Humilde, sereno, serio… Muy hogareño, muy atento y cariñoso con los suyos (que eran todos, porque para todos sus pacientes era como de la familia.) Generoso y caritativo: Siempre adaptando su minuta al nivel de las posibilidades de sus pacientes, que la mayor parte de las veces sufrían sus padecimientos por cuestiones de pobreza. Y si apenas se podía hacer frente en muchas ocasiones al sustento diario, ni que decir a las condiciones de vida o higiene y ni mucho menos a comprar medicinas: Todo había que pagarlo, y dinero no había; nada de recetas de la Seguridad Social. (Me refiero hasta los años sesenta, en que se fue introduciendo el tema para el mundo agrícola y marinero) Era religioso, si faltaba a su misa diaria en su parroquia de Santiago de Tal era porque estaba atendiendo a un enfermo urgente o esperando a una nueva criatura que traer a este mundo. (Sta Mariña de Esteiro, la iglesia nueva celebra este año el 60 aniversario de su consagración, y no fue parroquia hasta el verano de 1965. Obligado citar a D. José Rodriguez Romero, el párroco que promovió su construcción a base de limosnas y colaboraciones de los esteiranos. Posteriormente le sucedería en el puesto su sobrino D.Jaime ) Porque ayudó a nacer, a vivir y a morir a tantos, porque padeció con ellos y se alegraba con ellos en sus recuperaciones, se recuerda a D. Ricardo Tobío con cariño y admiración.
Integro y buen cristiano. No existían palabras vanas o malsonantes en su vocabulario. Para un rapaz de aldea nacido en casa grande, aunque de trabajadores; al que se orienta para superar su destino, para ser «una persona de bien». Y él respondió con creces a estas expectativas de su familia, a la constancia y las preocupaciones de su tío Antonio, que fue, sin duda, el padre del milagro de D. Ricardo: Él impulsó con su interés por su sobrino la carrera de este hombre singular. Con este «Padrino» resultaba predecible lo que luego fue una constante en la vida del médico. Además, en los inicios de su profesión, las incertidumbres profesionales eran una constante y prescribir unas misas como parte del tratamiento, un recurso habitual. El médico era un poco, un mediador de la Providencia.
A pesar de estas actitudes, o gracias a ellas precisamente, y a pesar de lo influyente que pudiera llegar a ser la personalidad de un médico, un referente de cultura en el mundo rural, no se le conocieron nunca a D. Ricardo otras aspiraciones sociales o políticas: Su mundo era exclusivamente su profesión y su “familia”, incluyendo en este término su “Otra familia”, la de las respectivas de sus pacientes: D. Ricardo nunca escatimó un consejo, incluso fuera del estricto desarrollo del ejercicio de la medicina, que era acogido con estimación y respeto. Y porque redundaba indirectamente en la salud de sus pacientes, sin ninguna duda, aportando serenidad (hoy diríamos que resolvía situaciones nocivas de estrés). (continuará)
(Nota 1.- El premio Nobel de la paz no se otorgó durante el periodo de la 1ª Guerra Mundial. Pero en 1.918 se concedió en la categoría de química al alemán Fritz Haber, conocido como el padre de la guerra química. Inventor, entre otras, de la bomba de cloro, que fué el primer arma conocida de este tipo, recibió el galardón junto a Carl Bosch por sintetizar el amoníaco. Este descubrimiento fué importantísimo para el desarrollo de la industria de los fertilizantes y de los explosivos modernos. Judío polaco de origen, paradojas de la vida, una bomba de gas similar a las diseñadas por él afectó a un cabo austríaco en el frente de Yprés, en Belgica, el 13 de octubre de 1.918, al que dejó ciego temporalmente. Su nombre: Adolf Hitler. Si el mundo es un pañuelo…

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