¡Viva el Ariete, que vale por siete!
p/ Amador Martín Armesto.
¿Qué fue lo que pasó?. Vayamos por partes. Sus dotes marineras no ofrecían ventaja alguna en caso de grandes olas. No era cómodo en ciertos rumbos, cabeceaba y embarcaba mucho mar. Pero esto era común en muchos barcos de la Armada, no eran anchos y estables cargueros,
eran armas de combate donde primaba más la rapidez que la comodidad. En cuanto a su equipo motor, no era de lo último de lo último, pero era algo habitual en la época. Doble turbina a vapor, alimentada por tres grupos de calderas independientes calentadas con fuel, capaces, con sus
30.000 CV. de llevar las 1.550 TM que desplazaba, a treinta y dos nudos a tope. Como suele suceder en estos casos, nunca hay una sola causa del desastre, sino una suma de fatalidades. En primer lugar, el temporal. El Ariete tuvo que enfrentar ese día olas de 12 m y vientos de 20 KmH. ¿Por qué zarparon en esas condiciones? En el año 66 los medios de previsión del tiempo eran rudimentarios, en comparación con los de hoy día. Había mucho pronóstico cargado de «experiencia de veterano». Hacia las 10 de la mañana el viento pareció amainar y a las 11 se mantuvo sin ir a más, con lo que se mandó zarpar. Al salir de la ría se encontraron más de lo que esperaban, pero ya era tarde para dar vuelta, no es lo que se espera de un barco de guerra. A la altura de las Sisargas la cosa estaba mucho más cruda. Y se continuó. Al poco, deja de funcionar la válvula giroscópica, que regulaba la presión hacia las turbinas. Y se continuó. El buque empezó a embarcar demasiada agua. Y se continuó. Empezaron a fallar las bombas de achique, y se continuó. Ya parecía que no habría motivo ninguno que justificase desistir del viaje.
El agua empezó a pasar a los depósitos de fuel y entonces se averió la caldera de popa. A las 17 horas, y sin conseguir sobrepasar cabo Silleiro, el viento, que roló más a sur, aleja al barco de su posición y el capitán manda arribar destino a Muros; pero una contraorden, ya con el barco a la altura de la ría, le impone dirigirse capeando hasta Marín, al objeto de reparar sus averías en las instalaciones de la Armada. Ya de noche, se inutiliza la segunda caldera. El casco se retuerce a
cada golpe de mar y se acaba produciendo un agujero en la proa, a la altura del sollado de marinería, por donde entra agua en abundancia. Al amanecer, a las ocho de la mañana, no había presión en las calderas de proa, y con la única caldera en servicio se inicia una serie de maniobras de emergencia. El barco trata de alejarse de la costa, a la que las olas se empeñan en llevarlo, y se da la señal de socorro. De Marín sale la fragata «Legazpi», al mando del capitán Pérez Linos. Ya antes de que llegue al Ariete, acude el petrolero «Camporraso», en ruta de Bilbao a Algeciras. Un gigante de 11.000 Tm. al lado de las 1.500 del «Ariete», al que casi arrolla en varias ocasiones tratando de aproximarse para lanzarle un cabo. La maniobra no es fácil debido al estado de la mar, un marinero del petrolero fallece por accidente manejando las estachas. A las 13,40 horas, y ya el «Ariete» sin propulsión ninguna, llega el «Legazpi» y hace un primer intento de darle amarre, sin éxito. Lo vuelve a intentar el
«Camporraso», pero el petrolero debe, no obstante, desistir ante el peligro que supone para él el escaso calado de la zona. El «Legazpi» consigue al fin darle amarre tras varios intentos. El «Ariete» larga una cadena para frenar el arrastre que apenas se nota, y que más tarde tendría que ser cortada al quedar atrapada en el fondo e impedir el movimiento del buque. El remolque se pierde por dos veces, un marinero de la fragata auxiliadora sufre accidentalmente la amputación de un brazo. A pesar de ello, y ante la proximidad de los bajos de «O Arguileiro», el «Legazpi» lo intenta por cuarta vez. Situado a proa del buque a la deriva, buscando la máxima aproximación, en un momento una gran ola levanta al Ariete impulsándolo hacia delante.
Desde el «Legazpi» ven lo que se les viene encima y dan avante toda, sin poder evitar ser alcanzados por la roda del «Ariete», que cae sobre su popa tras una corta persecución; produciéndole daños de cierta consideración, sin más consecuencias de puro milagro. Todavía el «Legazpi» haría un quinto y último intento, con el mismo resultado negativo. El «Ariete» pasa por el escollo «O Petón do Arguileiro», librando la roca donde se dejó algunas planchas del casco. Al final, sin máquina y sin posibilidad de gobierno, habiendo perdido las lanchas salvavidas, el «Ariete» concluye en las rocas de Ardeleiro la que iba a ser su última singladura.
El pueblo de Lira y de otras localidades próximas estaban al tanto del discurrir de los hechos. La radio costera de Finisterre fue dando las noticias sobre el caso y los barcos estaban a vista de la costa, despertando el interés y la solidaridad de unas gentes desde siempre ligadas al mar. El drama fue seguido por los vecinos desde la costa, incluso salieron de Muros varias Bakas con la intención de recoger a la tripulación del destructor, pero la marina se negó a tal auxilio: Un buque de guerra no se abandona así como así. Cuando el barco por fin embarrancó a 200 m de la costa, ya los vecinos estaban preparados con todo lo que su experiencia marinera aconsejaba proveer: Cuerdas, bicheros, salvavidas, mantas… las luces de los tractores… Una colaboración inestimable para una disciplinada tripulación, que condujo a un desembarco organizado y sin agobios. Antes de comenzar, el barco fue amarrado no sin dificultad a las rocas, para evitar que se desplazase en medio de la maniobra y provocase males mayores, yéndose otra vez hacia afuera o arrollando a los marineros en el agua. La tripulación formaba en cubierta, esperando su turno para ser evacuada mediante un andarivel improvisado con una cesta; y aguantando las olas que superaban el barco, que a cada golpe de mar desembarcaban dos o tres marineros antes de que les tocase la vez. Y que más decir que no se haya dicho ya, sobre la ayuda desinteresada y total de los vecinos, sacando y cuidando aquellos chavales, empapados de fuel como venían, arropándolos y alimentándolos como harían con sus propios hijos, pues eran todos hermanos por parte de mar. La gente se repartió por las casas de Carnota a Muros, como se pudo, tras pasar primero revisión médica en el dispensario provisional, instalado en la planta superior de la panadería-bar del pueblo, el salón de fiestas.
Cuando llega el comandante médico procedente del Ferrol, solo puede constatar que Don Perfecto Domingo García Caamaño, médico y a la sazón alcalde de Carnota, asistido por sus colegas D. Serafín y el doctor Domingo Fabeiro de Muros, tiene ya todo solucionado y de la mejor manera: La tripulación ya está siendo atendida y no hay ningún herido grave que evacuar.
El «Ariete», partido en dos sobre las rocas, fue dado por irrecuperable el 2 de Marzo. Inmediatamente la Armada procedió a desmantelar la artillería y a evacuar la santabárbara: Granadas y explosivos fueron arrojados al fondo en alta mar. Desguazado por la empresa «Dosil», en el lugar se quedó de recuerdo un ancla del buque. La rueda del timón se conserva en la capilla Dos Remedios, junto con una maqueta del barco.
Me acerqué a Lira, buscando datos in situ para elaborar este trabajo. En la panadería «Louro» me atienden Manolo, el hijo del panadero que cedió su local para atender a los marineros la noche del naufragio. También está presente otro de los protagonistas de aquella fecha: Juan Manuel Gómez, patrón mayor. Entre ambos van refrescando sus recuerdos. «O recordo coma si fora hoxe. Meu pai Xosé tiña o pan preparado pra meter ó forno cando empezaron a vir os primeiros, cheiños de chapapote de arriba abaixo.» «Os rapaces axudaban tamén, señalando o camiño pra chegar a carretera, xa non se via». » O capitán, que foi o último en desembarcar, durmiu aquí. Cando chegou puxo un coitelo de prata enriba da mesa, o coitelo co que cortóu o cabo do andarivel pra pechar o paso pra o barco»-» «Daquela non había teléfono no bar, había que ir a telefónica, ahí arriba, e non paraban de ir e vir.»-«A capilla Dos Remedios estivo aberta toda a noite, Moita xente pasou por alí. Ese ano, pola festa dos Remedios, veu o capitán general e trouxo a banda de música da Armada, de Ferrol.»-«A o día siguinte do naufraxio veu un camión de Ferrol con uniformes i estaba o capitán xeneral, un tal Francisco, repartindo zapatos, coma un mais. Formouse unha morea coa roupa que foron devolvendo os mariñeiros, da que lle habían prestado nas casas.» Muchas de esas prendas se llevaron de recuerdo, conservadas como oro en paño, con todo el agradecimiento del mundo.
¿Cómo era la fragata «Legazpi» ?
En esta tierra de marineros, donde tantos hombres han servido en la armada, me permito ampliar aquí algunos datos sobre el barco que en su día salió en socorro del Ariete, que seguro que a más de uno le ayudarán a reverdecer laureles de sus años mozos.
El Legazpi era un buque de la denominada «Clase Pizarro», como lo fueron el «Magallanes», el «Sarmiento de Gamboa» y el «Vicente Yáñez Pinzón». Proyecto español, de la Dirección General de Construcciones Navales Militares, por el que se construyeron 8 buques cañoneros que costaron 50 millones de pesetas cada uno en su día, fue botado el 3 de Agosto de 1.944 y entregado a la armada un año más tarde. Entró en servicio el 18 de Agosto de 1.951. Medía 95,21 m de eslora, 12,15 m de manga y 3,78 de calado, un desplazamiento de 1.685 Tm. y un motor de 6.000 CV que le permitía alcanzar los 20 nudos. Su tripulación la componían 255 hombres. Reconvertido a Fragata con el distintivo F-42, formaba la escuadrilla 41, junto con los minadores «Júpiter» y «Vulcano».
Efemérides.- El 19 de Abril de 2006 se celebró en Lira, en el lugar del embarrancamiento, una reunión de supervivientes de aquella tragedia, siendo alcalde de Carnota Don Xosé Manuel García.
El Decreto de Presidencia del Gobierno 3290, de 29 de Diciembre de 1.966 otorga «Por sus méritos en la asistencia a la tripulación del Destructor Ariete, el título de Muy Humanitaria a la villa de Carnota.» Se repartieron 67 medallas al mérito civil, de diversas categorías, a los vecinos que ayudaron aquella noche.
El Ministro de Marina, el ferrolano Pedro Nieto Antúnez, viajó a Marín el 27 de Febrero para saludar a los náufragos del Ariete y felicitar a la tripulación del Legazpi. Luego visitó Portonovo y otros lugares de la ría donde el mar causara grandes destrozos. El mismo domingo visitó Muros, Carnota y Lira, donde agradeció a sus vecinos la colaboración prestada en el salvamento. El lunes acudió a una misa en Marín por las once víctimas que dejaron aquellos temporales. En 2016 se cumplirán 50 años de la tragedia..
Para saber más:
«La odisea de la fragata Ariete en la Costa de la Muerte», Vicente Cuquerella Jarillo. Vicealmirante de la Armada.
«Naufragios de la Armada Española». Alejandro Anca Alamillo y Lino J. Pazos Pérez.
«1966. Naufragio de la Fragata Ariete». Javier de Tapia Blanca Mazarrasa.